Enero 2013
Centro Parraga, Murcia
Desde hace unos pocos años, la fotografía ha pasado de ser un arte «para iniciados» a ser un verdadero «entretenimiento de masas» en el que cada día millones de personas con sus teléfonos móviles captan en tan sólo un segundo cada rincón de la geografía mundial y rápidamente lo comparten con el resto del mundo a través de las redes sociales. Confieso que yo soy uno de ellos… Por eso mi intención con esta exposición es ir un paso mas allá.
609 son todos esos momentos fugaces captados casi milagrosamente. Bellos, grotescos, oníricos, mundanos, vivencias de mi día a día que por mi vocación itinerante he podido disfrutar y sufrir los últimos cuatro años. De Lorca a Lisboa, pasando por Madrid, Berlín, Santander, Murcia… un amasijo espacio-temporal donde conviven retratos, autoretratos, fogonazos de luz y paisajes surrealistas entre otras muchas cosas.
En definitiva, una aproximación más a ese basto universo que cada día circula a toda velocidad por las autopistas de la información pero que rara vez es contemplado con pausa y deleite.
La exposición es una experiencia integral que aúna tres disciplinas (fotografía, collage y performance) con la fugacidad de la imagen como nexo común. Dividida en tres partes el espectador podrá contemplar en primer lugar un collage formado por 609 imágenes en formato 10×10; en segundo lugar un plasma donde al ritmo de música electrónica made in Murcia las fotografías desfilarán a ritmo frenético y una tercera parte con los vestigios de la performance de larga duración que tendrá lugar el viernes 11 durante las tres horas previas a la inauguración, llegando a su fin con la llegada del público a las 20.30. Dicha acción tratará de poner de manifiesto los sutiles matices que habitan entre la fugacidad y la repetición, conceptos ambos inherentes tanto a la naturaleza performativa como al arte fotográfico.
Un buen amigo y gran artista escribío este texto para la inauguracion:
Emi Wilcox. Euroemi. Brian de Wilco. No importa el nombre, porque Emilio es un tío auténtico. Jodidamente auténtico. No quiero aquí referirme a su obra y su currículum, quien quiera saber de ello que visite su página, o mejor que vaya a verlo. Me interesa más la persona. Tuve la suerte de conocer a Euroemi hace un par de años, y pensé lo que hoy sigo pensando y siempre digo a cualquiera que le hable de él: este hombre es un apasionao. Es evidente cuando tratas con él: mantiene la pureza y la ilusión del niño, y encuentra lo extraordinario donde todo parecía perdido. Su pasión por el arte y por la vida es muy contagiosa, por eso es un hombre de los que da gusto ver, o encontrártelo por la noche deambulando embriagado por la ciudad igual que tú, y cuando lo ves dices: “¡Bien, Euroemi!”
Wilcox es un artista múltiple de los que traspasaron el papel, y ahora juega con la tecnología y la representación corporal. Fotografía, video y performance, que yo sepa. También hace incursiones explosivas con el rotulador. De vez en cuando trabajo con él, mano a mano literalmente, y para mí de Wilco es el encargado de traer el toque flashy y glammy a nuestras obras comunitarias. No importa que sea un boceto horrendo que todos rechazaron, Wilcox le encontrará el valor y la belleza y tratará desesperadamente de salvarlo y de devolverle su estatus, pero no de una manera pomposa y estúpida, sino real y verdadera.
Cuando observo su obra se me figura que está hablando de la cotidianeidad, muestra esos momentos que provocamos los humanos y que sacrílegamente pasan desapercibidos en la vorágine de la vida moderna, pero que merecen toda la atención y detenimiento que Wilcox les presta. Paisajes construidos por los hombres, encuentros en la ciudad, gente. La vida simplemente. También instalaciones y recreaciones orquestadas e inquietantes, en las que distingo o intuyo su personal colección de imaginería, pienso que influida por la solemnidad de los Santos, interpretado de la manera que se quiera, así como la amplia gama de personajes residentes en el poso del subconsciente desde la niñez hasta ahora, extraídos de películas de terror, de series de dibujos, de cómics y videojuegos, que nos hacen volver a “aquellos maravillosos años” dorados.
Pero como dije antes, lo que es evidente para mí es que lo que da realmente la fuerza a la obra es la persona, que impregna de optimismo y vitalidad cualquier papel que toque, y te da gusto ver lo que este personaje hace sólo simplemente porque emana de una fuente tan pura, y porque aunque tú tengas la suerte de compartir las mismas vibraciones, es fácil que a su lado te sientas viejo y melancólico de esa alegría de vivir. Presta atención a la obra, pero presta mucha más atención al Hombre.José Miguel Hernández Alburquerque.
De esta expo se ha dicho:
Hay cientos de artistas emergentes y solo uno sumergente: Emi Wilcox. Contundente se define Emilo Ayala (Madrid,1981), artista que ha tomado prestado un apellido sonoro de la brava Escocia, para dar voz a su alterego. Emilio llegó desde Madrid a Murcia para acabar su carrera de filosofía, pero el arte se le cruzó en el destino. Ahora, como Wilcox, gesta y engulle (la comida y las costumbres ligadas a ésta es uno de sus temas recurrentes) obras de todo tipo. El teatro lo ha llevado a la perfomance y la fotografía a la videocreación. Además es realizador y documentalista y, de entre sus obras, recomiendo sus colaboraciones para el Festival Internacional de Perfomance Abierto de Acción que dirige Domix Garrido que próximamente celebrará su octava edición con dos sedes compartidas entre Alicante y Murcia.
En Murcia son conocidas las perfomances de Wilcox porque no sólo se limitan al ámbito de los festivales. Es de los artistas que sigo con regularidad que más cuida el rodaje de las mismas, algo que agradezco porque así, aun sacadas de su contexto espacio-temporal, siempre puedo volver a verlas. Una fijación atemporal de la acción a la que renuncian algunos artistas que prefieren las brumas del recuerdo de los espectadores. Wilcox, no. De hecho, la exposición que tiene en estos momentos colgada en el Centro Párraga, en la llamada “Sala de máquinas”, puede verse su montaje a través de un vídeo colgado en la red. Si buscan el enlace pueden ver como cuatro horas quedan reducidas a cinco minutos. Wilcox, con su asistente Sandra Rayos (Beniel,1984), pega a la pared 609 fotografías tomadas por el artista durante cuatro años. No intenten buscar orden cronológico alguno al mural con forma de número: no lo hay. El azar es el vertebrador de una propuesta visual sin jerarquía de valores. Las imágenes no siguen ningún orden concreto. De hecho, el montante llega a las cuatro mil. También el azar es el hacedor del aspecto plástico que tienen, ya que han sido tomadas con un móvil con la aplicación Hipstamatic que, de todas las posibles, es la que más se acerca a la fotografía analógica. Para activarla, tras hacer la toma, sólo hay que agitar el teléfono con la mano y ¡voilà!, ¡alea jacta es!, o lo que es lo mismo, ¡a ver con qué tipo de revelado me sale!. En la sala el espectador también puede ver un vídeo que recoge, de nuevo, estas imágenes cuadradas en un bucle sin fin. Aunque son instantes del día a día de una persona, uno intuye que poco importa la urgencia del momento o la plasmación de lo cotidiano. Wilcox trata sus imágenes como objetos culturales ajenos a la presión de la realidad porque en ambos procesos dado que, como ya hemos dicho, sólo impera el azar, el artista insiste en qué es imposible la explicación racional/causal de cualquier vida. El día de la inauguración recibió a los visitantes encendiendo, una a una, también 609 de cerillas. La vida, un momento fugaz, y todo ha concluido.