Una estancia iluminada con tres focos. Un gran reloj de arena. Mucha ropa amontonada. Monedas de chocolate. Un ser humano que es una página en blanco.
Esos son los elementos que conforman esta acción que trata de reflexionar sobre lo predestinado o azaroso de nuestras circunstancias, sobre los pequeños actos cotidianos los cuales ritualizamos a veces hasta extremos insospechados.
Vestirse a diario para salir a la calle, manejar el dinero que circula por nuestras manos, alimentarse para no morir de desnutrición. Todo eso sin pararnos un sólo segundo a pensar ¿por qué?
Durante el tiempo determinado que dure el viejo reloj de arena, el azar será quien conteste a esa pregunta. El ser humano cede su cuerpo a una inteligencia superior cósmica para que haga o deshaga con él y a través de él aquello que ya esta predestinado. Vestirse o desvestirse, partiendo de un ligero atuendo blanco, y alimentarse de ese cacao que contienen las monedas que determinan el azar, amontonando los restos dorados de nuestra efímera existencia.
El valor del dinero en nuestra sociedad materialista choca precisamente con la idea de que este es un bien inmaterial intercambiable por cualquier otro objeto, pero que en el fondo, al tener cualquier valor posible, carece de valor en sí mismo. Esto es, en caso de disolución de la sociedad, el dinero pasaría a ser papel mojado, o simples trozos de metal. Pero, ¿qué sucedería si el dinero fuera comestible?
El cacao, en las culturas precolombinas, era considerado un bien de intercambio, el oro de negro, Esto es lo que intento reflejar con esta acción. El dinero pasa de la intangibilidad a la materialidad , convirtiéndose en verdadero alimento.
Cara o cruz, dualidad, azar, cotidianidad. El ser humano en medio de dos “mundos”, el tiempo como elemento definidor de nuestras acciones. Un tiempo determinado, ningún objetivo claro en el horizonte. Sólo nos queda esperar a que la arena termine de caer. Nada tiene sentido, todo es azaroso, ¿o no? Desnudo, vestido, pongo y quito ropa de mi cuerpo, que es tan sólo un vehiculo del azar y la temporalidad. Cara, más ropa, cruz, más piel.
La música suena al tiempo que la arena cae, nubla nuestra consciencia. Todo fluye, cara, cruz, cara, cara, cruz. Suma, resta, come, alimenta, empacha, empalaga, desnutre, abriga.
Todo se amontona. El tiempo termina. Cesa la música. El tiempo se detiene. Ya no cabe más en nuestro cuerpo o queda completamente desnudo. Cuerpo vacío, cuerpo protegido, cuerpo acolchado, cuerpo nutrido.